Hay una teoría y una conclusión bastante elaborada y comprobada sobre el bien pensar. En el día a día de la vida, casi constantemente, como atajando pollitos, nos encontramos con situaciones adversas y con respuestas que no queremos escuchar.
“Ay, Fernandito, se me acabaron los Mu Mu de dulce de leche”, me decía Esperanza, la mujer de Alfredo, dos gallegos que atendían en el almacén de la esquina de la casa de mi infancia. Inmediatamente pensaba que era mentira, que era mi madre la que había llamado a Esperanza para decirle que no me diera los Mu Mu, porque se me picaban los dientes. Pensaba mal.
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